jueves, 11 de agosto de 2016

CAPÍTULO 22. CACHONDEO EN LA CONSULTA

-Señor Hillard, ¿se considera muy gracioso?.
-Antes sí. Hubo un tiempo en que me creía divertido. Pero gracias a usted sé que me equivoqué. Gracias.

"Señora Doubtfire" Chris Columbus

Cuando llevé a las bebas al pediatra intuía que de la visita saldría una entrada, por eso de que les tocaban las vacunas y tal. Lo que no imaginaba era que el mayor berrinche me lo llevaría yo.

El aspecto médico fue bien. Las niñas crecen como es debido, pesan lo que tienen que pesar y las inyecciones no les duelen. Sus reflejos también van bien, ya aguantan un poco la cabeza y siguen objetos con la mirada. Incluso han empezado a sonreír, cosa que, como conté en el anterior post, me traía un poco de cabeza.

Pero claro, una cosa es sonreír y otra la fiesta que se montó en la consulta.

Nuestra pediatra es una señora parecida a Carmen Machi, pero en seca. Al menos conmigo es un pelín cortante. Con las niñas es un poco más alegre, pone vocecita cuando les habla y tal. Tampoco nada especial, pero el otro día a Lili le hizo mucha gracia.

Ya había terminado la revisión, le estaba colocando el pañal cuando de pronto empezó a sonreír sin motivo aparente. Se conoce que le hizo gracia la cara de la doctora y ésta al ver que la niña sonreía se vino arriba y empezó a hacerle monerías. Y entonces empezó el descojone.



Jamás había visto a Lili reírse de esa forma y el jolgorio se contagió a sus hermanas, que empezaron a reírse también en sus carritos.

Como cosa normal, la alegría de mis hijas me llenó de dicha y durante un momento fui la mujer más feliz del mundo. Pero la parranda no acababa y entonces empecé a pensar.

¿Después de todos los juegos, de todas las gansadas y de todas las canciones que improviso a diario para divertirlas va a ser esta tía asquerosa quien las haga reír sin proponérselo siquiera?.



-¿Se ríen mucho en casa?.-preguntó la pediatra, con las risas aún de fondo.
-Pues la verdad es que no.-contesté.
-¿Pero juegas con ellas y eso?.
-Sí, sí... si además en mi casa somos todos muy graciosos.
-Pues mira...

Ese "Pues mira", como una especie de reproche victorioso fue la gota que colmó el vaso. Quizá no sepa cómo hacer reír a mis hijas, pero en todo este tiempo he aprendido muy bien las cosas que les hacen llorar. Basta con que oigan una cremallera.

Así, como el que no quiere la cosa abrí el bolso y las carcajadas se convirtieron en llanto en cuestión de segundos. Se acabó el cachondeo, coño ya.

-Esta tía es gilipollas.-dije en el coche de vuelta a casa.
-Has cerrado el bolso a propósito.-exclamó el profesor.-Con lo bien que se lo estaban pasando.
-Esto es un hospital. Aquí no viene uno a reírse.

Una buena madre debe anteponer la felicidad de sus hijos a cualquier cosa. Pero hay otra cosa que se debe tener en cuenta sobre las madres: a una madre no se le tocan los cojones.